Experimentos
para no probar fuera de casa

La ciencia, concebida como un “conjunto de conocimientos objetivos y verificables” es asociada a la exactitud, a la justicia, a la verdad; y en la coyuntura de una pandemia la confianza en el conocimiento científico es fundamental para tener esperanza y superar ese momento de la historia.

Sin embargo, el mundo está en un escenario que saca a relucir lo mejor y lo peor de las sociedades. Aquí está lo peor a relucir en la materia de las últimas semanas, con relación al Covid-19. Una crítica y reflexión.

El pasado primero de abril, por la cadena de televisión francesa LCI, Jean-Paul Mira, jefe de cuidados intensivos del Hospital Cochin en París afirmó: “Si puedo ser provocativo, ¿no deberíamos hacer este estudio en África, donde no hay máscaras, ni tratamientos, ni reanimación?

'Un poco como se hace en otros lugares para algunos estudios sobre el SIDA. En las prostitutas, intentamos cosas porque sabemos que están muy expuestas y que no se protegen a sí mismas ''.

El comentario racista, colonial y misógino fue alentado por su colega Camille Locht, del Institute National De La Santé Et De La Recherche Médicale (Inserm). Este le dio la razón y dijo: "Estamos en el proceso de pensar en un estudio en paralelo en África".

A la fecha ya son más de 55.000 los casos de coronavirus en el continente africano y la Comisión Económica de las Naciones Unidas para África (UNECA) advierte que la pandemia podría ocasionar más de 300.000 muertos y llevar a 27 millones de personas a la extrema pobreza.

No debería generar asombro que aún exista entre la comunidad científica este tipo de proposiciones, cuya lógica por el saber no distingue entre la explotación y el aprovechamiento de los pueblos.

Este tipo de afirmaciones, por más que lo quieran hacer parecer, no son inocentes y por el contrario sí muy peligrosas. A pesar de que existe, desde 1964, una legislación global que guía a la comunidad médica en la experimentación con humanos (Declaración de Helsinki) no ha sido, ni es, su aplicabilidad igual en un país de Europa, con los mejores sistemas de salud, los protocolos y mecanismos, versus una nación africana o latinoamericana. Por esto, no son fortuitas este tipo de aseveraciones.

Aunque el rechazo a nivel global fue masivo por parte de ciudadanos, líderes políticos, organizaciones mundiales y celebridades, no es suficiente. Aquí algunas razones de por qué:

  • El experimento Tuskegee, sobre sífilis, se llevó a cabo entre 1932 y 1972 con 600 afrodescendientes, quienes nunca dieron su consentimiento. Entre los diferentes abusos estuvo no tratarlos con penicilina, cuando esta se volvió popular para la enfermedad, y por el contrario continuar estudiando cómo esta se esparcía. La “investigación” concluyó con 28 fallecidos por sífilis y otros 100 por complicaciones relacionadas, 40 mujeres habían sido infectadas y 19 niños nacieron con la enfermedad.
  • Mientras tanto, entre 1946 y 1948, 1.300 guatemaltecos (prisioneros, huérfanos y enfermos mentales) fueron infectados con sífilis, gonorrea y otras enfermedades de transmisión sexual. Todo salió a la luz hasta 2010.
  • En Nigeria, médicos de la farmacéutica Pfizer ensayaron ilegalmente en 1996 un fármaco contra la meningitis que causó al menos la muerte de 11 niños y malformaciones en 200 (sordera, ceguera, parálisis cerebral y otras). La compañía indemnizó a las familias para evitar el juicio.
  • La primera píldora anticonceptiva fue probada mayormente en Puerto Rico, hacia los años 50, y contaba con 10 veces más hormonas de las necesarias. El país fue elegido por su pobreza y sobrepoblación (las mujeres estaban siendo obligadas a esterilizarse). Aquellas que tomaron la píldora no sabían que eran parte de un experimento, se enteraron alrededor de diez años después. Hubo algunas muertes que nunca fueron esclarecidas.

Durante décadas, el avance y arribo de la ciencia no ha sido ecuánime o equitativo. En muchas ocasiones ha implicado tortura y sufrimiento, un reflejo del razonamiento colonial y de desarrollo que cree en la existencia de seres residuales y prescindibles.

La llegada de una vacuna contra el coronavirus será la prueba de si el mundo ha aprendido algo a partir de la crisis. Su fácil acceso y rápida distribución no solo serán vitales para millones de personas, sino que marcarán el punto de partida de las sociedades después de la pandemia.

Hoy, la Oxfam estima que vacunar contra el coronavirus a la mitad de la humanidad más pobre (aproximadamente 3.7 billones de personas) podría costar menos de lo que ganan las diez compañías farmacéuticas más grandes en tan solo cuatro meses.

  • Laura Sanabria Rangel
  • Directora de comunicaciones
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Experimentos
para no probar fuera de casa

La ciencia, concebida como un “conjunto de conocimientos objetivos y verificables” es asociada a la exactitud, a la justicia, a la verdad; y en la coyuntura de una pandemia la confianza en el conocimiento científico es fundamental para tener esperanza y superar ese momento de la historia.

Sin embargo, el mundo está en un escenario que saca a relucir lo mejor y lo peor de las sociedades. Aquí está lo peor a relucir en la materia de las últimas semanas, con relación al Covid-19. Una crítica y reflexión.

El pasado primero de abril, por la cadena de televisión francesa LCI, Jean-Paul Mira, jefe de cuidados intensivos del Hospital Cochin en París afirmó: “Si puedo ser provocativo, ¿no deberíamos hacer este estudio en África, donde no hay máscaras, ni tratamientos, ni reanimación?

'Un poco como se hace en otros lugares para algunos estudios sobre el SIDA. En las prostitutas, intentamos cosas porque sabemos que están muy expuestas y que no se protegen a sí mismas ''.

El comentario racista, colonial y misógino fue alentado por su colega Camille Locht, del Institute National De La Santé Et De La Recherche Médicale (Inserm). Este le dio la razón y dijo: "Estamos en el proceso de pensar en un estudio en paralelo en África".

A la fecha ya son más de 55.000 los casos de coronavirus en el continente africano y la Comisión Económica de las Naciones Unidas para África (UNECA) advierte que la pandemia podría ocasionar más de 300.000 muertos y llevar a 27 millones de personas a la extrema pobreza.

No debería generar asombro que aún exista entre la comunidad científica este tipo de proposiciones, cuya lógica por el saber no distingue entre la explotación y el aprovechamiento de los pueblos.

Este tipo de afirmaciones, por más que lo quieran hacer parecer, no son inocentes y por el contrario sí muy peligrosas. A pesar de que existe, desde 1964, una legislación global que guía a la comunidad médica en la experimentación con humanos (Declaración de Helsinki) no ha sido, ni es, su aplicabilidad igual en un país de Europa, con los mejores sistemas de salud, los protocolos y mecanismos, versus una nación africana o latinoamericana. Por esto, no son fortuitas este tipo de aseveraciones.

Aunque el rechazo a nivel global fue masivo por parte de ciudadanos, líderes políticos, organizaciones mundiales y celebridades, no es suficiente. Aquí algunas razones de por qué:

  • El experimento Tuskegee, sobre sífilis, se llevó a cabo entre 1932 y 1972 con 600 afrodescendientes, quienes nunca dieron su consentimiento. Entre los diferentes abusos estuvo no tratarlos con penicilina, cuando esta se volvió popular para la enfermedad, y por el contrario continuar estudiando cómo esta se esparcía. La “investigación” concluyó con 28 fallecidos por sífilis y otros 100 por complicaciones relacionadas, 40 mujeres habían sido infectadas y 19 niños nacieron con la enfermedad.
  • Mientras tanto, entre 1946 y 1948, 1.300 guatemaltecos (prisioneros, huérfanos y enfermos mentales) fueron infectados con sífilis, gonorrea y otras enfermedades de transmisión sexual. Todo salió a la luz hasta 2010.
  • En Nigeria, médicos de la farmacéutica Pfizer ensayaron ilegalmente en 1996 un fármaco contra la meningitis que causó al menos la muerte de 11 niños y malformaciones en 200 (sordera, ceguera, parálisis cerebral y otras). La compañía indemnizó a las familias para evitar el juicio.
  • La primera píldora anticonceptiva fue probada mayormente en Puerto Rico, hacia los años 50, y contaba con 10 veces más hormonas de las necesarias. El país fue elegido por su pobreza y sobrepoblación (las mujeres estaban siendo obligadas a esterilizarse). Aquellas que tomaron la píldora no sabían que eran parte de un experimento, se enteraron alrededor de diez años después. Hubo algunas muertes que nunca fueron esclarecidas.

Durante décadas, el avance y arribo de la ciencia no ha sido ecuánime o equitativo. En muchas ocasiones ha implicado tortura y sufrimiento, un reflejo del razonamiento colonial y de desarrollo que cree en la existencia de seres residuales y prescindibles.

La llegada de una vacuna contra el coronavirus será la prueba de si el mundo ha aprendido algo a partir de la crisis. Su fácil acceso y rápida distribución no solo serán vitales para millones de personas, sino que marcarán el punto de partida de las sociedades después de la pandemia.

Hoy, la Oxfam estima que vacunar contra el coronavirus a la mitad de la humanidad más pobre (aproximadamente 3.7 billones de personas) podría costar menos de lo que ganan las diez compañías farmacéuticas más grandes en tan solo cuatro meses.

  • Laura Sanabria Rangel
  • Directora de comunicaciones
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