Tips de la pandemia
para no tragar entero

A América Latina, la región más desigual del planeta, llegó el coronavirus, tarde, pero llegó. Y aquí, sin distinción alguna se ha repetido:

- Que el virus “mata por igual”.
- Que combatirlo es responsabilidad de todos y es tan sencillo como “quedarse en casa”.

Este discurso que podía encajar en otros lugares no lo hace aquí. Acá, estas dos mentiras incomodan y no son más que mera retórica estatalista para ignorar lo evidente: que son posturas desde el privilegio.

La pandemia del Covid-19 está dejando al descubierto, como nunca de manera tan clara, lo depredador del sistema, así como las mentiras que durante décadas ha repetido. También, es evidente la intensión de quietud, a pesar de la tragedia, de la mayoría de líderes, que hablan de inmunidad y economía, antes que de vida y cambios sociales.

Mucho se dice que todo es cuestión de contextos distintos, como si todo fuera azar, suerte… como si nadie, ni nada tuviera responsabilidad de esas “otras realidades”, que no son más que desigualdades históricamente socavadas. El coronavirus no nos mata por igual, porque el Estado no nos ‘cuida’ por igual.

¿O acaso es el destino el que manda a la policía a bailar zumba para que la gente salga a los balcones, mientras el Esmad llega a los barrios pobres que piden ayuda para no pasar hambre?

¿Será mera casualidad que hoy, como siempre, los campesinos no reciban pagos justos mientras garantizan la seguridad alimentaria, y que el 95 % del territorio rural privado esté en manos del 25 % de los propietarios?

¿Es coincidencia que los médicos y personal sanitario, la primera línea contra esta pandemia, no tengan condiciones laborales dignas?

¿Es culpa de quienes están en las cárceles hacinados que los maten y los maltraten por pedir una solución para no contagiarse?

NO. La lógica del esfuerzo no es más que una ficción, no todos tenemos lo que nos merecemos. En Latinoamérica el ‘juego’ no es contra el virus, es contra el virus y la desigualdad.

Tampoco es tan sencillo como “quedarse en casa”, como tomar este tiempo para reflexionar, estar en familia y compartir. La cuarentena está dada por el mito de que todos tenemos hogar, una casa, una propiedad. ¿En serio somos tan ingenuos? El 52% de los colombianos no tienen vivienda propia según la encuesta más reciente de Calidad de Vida del Dane.

Entonces, ¿cuál casa si es una ficción?

No es que antes no se supiera todo lo que pasaba a diario; se ignoraba con mayor facilidad porque la cotidianidad nos hace iguales, camufla el hambre y las violencias, y las plantea como problemas independientes, no conexos. Las clases sociales no existen y ya. Las clases sociales son una lucha injusta entre los unos y los otros.

Esto no va a dejar de pasar luego de la pandemia. Es hora de dejar de romantizar las inequidades para visibilizar la crueldad que supone el modelo económico, social y cultural que llevamos y que sostienen las clases más desfavorecidas.

Este virus no se trata de quienes están en casa y los héroes que están fuera, sino de víctimas sin privilegios. Además de las recetas, videos de rutinas de gimnasio, películas en Netflix y selfies, pinchemos la burbuja antes de que nos reviente en la cara.

Estos no son tiempos de quietud, porque los movimientos sociales no van a parar. Por el contrario, estamos entrando en un momento de tensión entre quienes buscan mantener todo tal cual, y quienes se terminan de convencer de que todo tiene que cambiar. La gente va a reclamar y a conseguir nuevas condiciones sociales y económicas, nosotros creemos saber de qué lado vamos a estar, del de los otros.

  • Editorial
  • Mayo 2020, Los Otros
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Tips de la pandemia
para no tragar entero

A América Latina, la región más desigual del planeta, llegó el coronavirus, tarde, pero llegó. Y aquí, sin distinción alguna se ha repetido:

- Que el virus “mata por igual”.
- Que combatirlo es responsabilidad de todos y es tan sencillo como “quedarse en casa”.

Este discurso que podía encajar en otros lugares no lo hace aquí. Acá, estas dos mentiras incomodan y no son más que mera retórica estatalista para ignorar lo evidente: que son posturas desde el privilegio.

La pandemia del Covid-19 está dejando al descubierto, como nunca de manera tan clara, lo depredador del sistema, así como las mentiras que durante décadas ha repetido. También, es evidente la intensión de quietud, a pesar de la tragedia, de la mayoría de líderes, que hablan de inmunidad y economía, antes que de vida y cambios sociales.

Mucho se dice que todo es cuestión de contextos distintos, como si todo fuera azar, suerte… como si nadie, ni nada tuviera responsabilidad de esas “otras realidades”, que no son más que desigualdades históricamente socavadas. El coronavirus no nos mata por igual, porque el Estado no nos ‘cuida’ por igual.

¿O acaso es el destino el que manda a la policía a bailar zumba para que la gente salga a los balcones, mientras el Esmad llega a los barrios pobres que piden ayuda para no pasar hambre?

¿Será mera casualidad que hoy, como siempre, los campesinos no reciban pagos justos mientras garantizan la seguridad alimentaria, y que el 95 % del territorio rural privado esté en manos del 25 % de los propietarios?

¿Es coincidencia que los médicos y personal sanitario, la primera línea contra esta pandemia, no tengan condiciones laborales dignas?

¿Es culpa de quienes están en las cárceles hacinados que los maten y los maltraten por pedir una solución para no contagiarse?

NO. La lógica del esfuerzo no es más que una ficción, no todos tenemos lo que nos merecemos. En Latinoamérica el ‘juego’ no es contra el virus, es contra el virus y la desigualdad.

Tampoco es tan sencillo como “quedarse en casa”, como tomar este tiempo para reflexionar, estar en familia y compartir. La cuarentena está dada por el mito de que todos tenemos hogar, una casa, una propiedad. ¿En serio somos tan ingenuos? El 52% de los colombianos no tienen vivienda propia según la encuesta más reciente de Calidad de Vida del Dane.

Entonces, ¿cuál casa si es una ficción?

No es que antes no se supiera todo lo que pasaba a diario; se ignoraba con mayor facilidad porque la cotidianidad nos hace iguales, camufla el hambre y las violencias, y las plantea como problemas independientes, no conexos. Las clases sociales no existen y ya. Las clases sociales son una lucha injusta entre los unos y los otros.

Esto no va a dejar de pasar luego de la pandemia. Es hora de dejar de romantizar las inequidades para visibilizar la crueldad que supone el modelo económico, social y cultural que llevamos y que sostienen las clases más desfavorecidas.

Este virus no se trata de quienes están en casa y los héroes que están fuera, sino de víctimas sin privilegios. Además de las recetas, videos de rutinas de gimnasio, películas en Netflix y selfies, pinchemos la burbuja antes de que nos reviente en la cara.

Estos no son tiempos de quietud, porque los movimientos sociales no van a parar. Por el contrario, estamos entrando en un momento de tensión entre quienes buscan mantener todo tal cual, y quienes se terminan de convencer de que todo tiene que cambiar. La gente va a reclamar y a conseguir nuevas condiciones sociales y económicas, nosotros creemos saber de qué lado vamos a estar, del de los otros.

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